Maximilian Spencer

Edad: 22
Nacionalidad: Inglés
Mascota: Lechuza
Sangre: Pura
Casa: Ravenclaw
Tendencia Sexual: Homosexual.
Cumpleaños: 30 de Marzo
Gustos & aficiones: Tocar el violín, la lluvia, leer, las aves.
Disgustos: Gente entrometida, hipocresía, traición.

Maxim consta de una figura muy delgada, un alto promedio y tez de un atractivo tono pálido. El cabello normalmente lo lleva suelto en un largo pronunciado que ha llegado a alcanzar la hendidura de su cuello, variando entre el negro, castaño oscuro y castaño rojizo dependiendo su humor. Respecto a su rostro, podríamos decir que no es uno que pase inadvertido, ya que a pesar del cabello que normalmente le cubre parcial o totalmente, se puede ver la belleza con que cada facción adorna su tez; ojos francos casi igualando la forma de una avellana, una nariz pequeña que da hogar a un sigiloos lunar justo en la puntilla, boca dibujada, rosada y de grueso medio, sin olvidar sus rebeldes pero estéticamente adecuadas cejas.

Sus labios pregonan franqueza, su mente se enamora del conocimiento y su persona jamás omite una norma; ¿bueno?, ¿malo?, quizás un poco de ambos. En general, es un chico muy tranquilo y apasionado hacia lo que considera importante o simplemente se gana su atención. Desde temprana edad, Maximilian ha mostrado un raciocinio habilidoso y lleno de creatividad en todo ámbito. A pesar de los golpes que la vida le ha dado, ha sabido valorar lo que tiene y defender lo que piensa, conservando su tremenda solidaridad y una visión ecuánime ante la gente. Jamás se le verá enojado, simplemente seco, cínico, amando sonar amable aunque lo que diga no lo sea exactamente; le gusta acatar las reglas y puede verse muy perfeccionista en momentos determinados. Tiene una habilidad nata para resolver problemas y cuando se fija un objetivo no descansa hasta conseguirlo, claro, de forma totalmente limpia. Sobra destacar su responsabilidad y esa fuerza de voluntad, características que le han colocado justo donde está ahora...

Todo se remonta a 20 años atrás cuando el primer y único hijo de una renombrada pareja de magos llegó a éste mundo. Maximilian, así decidieron llamarle.

En un inicio fue casi 'encantador'. Ambos padres eran excelentes con su hijo, enorgulleciéndose por todo lo que lograba, lo que aprendía y entusiasmándole cada que intentaba algo, por muy simple que fuese. No iba a negarse que lo querían bastante... o al menos eso parecía.
Conforme el pequeño fue creciendo, se fue notando esa avidez mental que poseía y lo 'superior' que llegaba a parecer ante sus propios progenitores; siendo francos... ¿a qué padre no le emociona tener un hijo con tal inteligencia?.

Muchas veces, ambos adultos quedaban como unos niños ante las opiniones de su hijo, no sólo por la carga tan razonable que tomaba, sino por esa forma tan natural que tenía para considerar lo que le rodeaba y no limitarse únicamente a su persona. No había día que el chico no tomara una lectura o investigara sobre algo que capturase su atención dentro de la cotidianeidad. Amaba aprender y llenarse del conocimiento que pudiese, curioso y plenamente interesado. ¿Amistades? se hizo de pocas, ¿juegos? muy esporádicos... una buena comida, un atractivo libro y un merecido descanso hacían completamente un muy buen día.

Los años fueron revoloteando, apilándose en su ser hasta que llegó el día que esperaba. Así era, Hogwarts al fin le había enviado aquella misiva por la que prácticamente vivía. Animados y orgullosos, sus padres le acompañaron a hacer sus compras y preparativos para el gran día. 'Serás el mejor miembro de Slytherin' le comentaban con toda seguridad, alardeando ante conocidos. En ese momento no le molestó, ni siquiera lo pensó como algo malo; quienes le dieron la vida y no sólo ellos, sino sus antepasados habían formado siempre parte de aquella casa, obviamente ese era su destino, ¿cierto?.

Bastó colocarse el Sombrero Seleccionador en la cabeza para que una ventizca de equivocación soplase en su interior, dejándole completamente congelado. '¡Ravenclaw!'... Parpadeaba con el corazón saliéndose de sus orbes, inmóvil por lo que fueron segundos... ¿había escuchado bien?. Aquél certero indicador fue retirado de su persona, siéndole denegada una segunda prueba. 'El sombrero nunca se equivoca'. De inmediato su mente comenzó a hacerse comentarios; no podía ser tan malo, Ravenclaw era una buena casa, al menos no fue Gryffindor, la casa 'enemiga' para su propia familia... Sí, trató de justificarlo, de ver el lado estable de lo sucedido para poder lidiar con su vida y enfocarse a sus estudios, a su sueño.

Las vacaciones tocaron las puertas del majestuoso recinto, y con ello las terribles noticias: sus padres ya no le reconocerían... y todo por el simple título de una casa.
No iba a mentirse, estaba totalmente destrozado, se sintió usado e irónicamente inútil al mismo tiempo. ¿Cómo era posible que su propia familia le diera la espalda de esa manera?. Intentó comunicarse por todos los medios, pero nunca logró nada. Lo único que llevaba de aquellas personas, era su nombre.

Aquellas primeras vacaciones fueron las más horribles. Sin tener un sitio al cual 'regresar', una de sus pocas amistades le ofreció 'asilo' por días. Era un chico inteligente y perseverante, así que logró conseguir un empleo y ahorrar para hacerse de un pequeño apartamento en la ciudad. La situación no iba a cambiar y él no pensaba hundirse en la amargura. Con aquél pensar continuó la escuela, cada vez maravillándose más con lo que aprendía. Llevaría en alto el nombre de su casa y crearía una nueva vida, por sí mismo....